El picoteo de Antares en la ventana me despertó, aun no era hora de cenar.
Le deje entrar y le ofrecí un poco de comida y agua para que descansara. La
carta esta sin proteger, ningún hechizo de mi remitente. Una respuesta clara y
concisa SI.
La tenue luz de una vela iluminaba esa parte de la habitación, me quede
observando el paquete que estaba en el fondo de mi baúl. Arrugue con rabia la
carta lanzándola al fondo de la habitación.
Mire a Antares como esperando una respuesta de mi fiel compañero, un pequeño
sonido salió de su pico.
Me quite desvestí y comencé a coger la ropa que se encontraba en el fondo de
mi baul. El pantalón negro que tantas veces me había puesto, unas pequeñas
escrituras centellearon débilmente al abrochármelos, me ate las botas y me puse
una camisa negra con los puños ribeteados en negro, abroche los cordones y me
coloque encima el chaleco, al cerrarlo varias runas refulgieron y se apagaron
en un instante. Coloque la hombrera con el símbolo que había visto durante toda
mi vida, cruce las ataduras de la capa y me mire en un espejo. Una figura negra
se reflejaba en él. Guarde mi varita en una parte del chaleco y me puse los
guantes.
Salí de mi habitación con rapidez y solo llegue a escuchar un leve.
-Dimas.....
Cuando atravesé el retrato de la señora gorda el silencio del castillo me
acompañaba. Recordaba cada línea de la carta.
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