La bicicleta atravesaba la calle con rapidez, el viento le golpeaba la cara
mientras zigzagueaba entre los coches, las calles de Madrid eran siempre así,
llenas de coches. Axel
estaba encantado con su trabajo, adoraba la sensación del viento, aunque su vida no había sido fácil desde la gran Hecatombe, eso realmente le gustaba.
Nada fue igual, su padre nunca apareció. Como todos los otros, dejaron este
mundo aquella mañana de abril, pero él no regreso, no firmó el armisticio, después de aquello su madre
poco a poco se fue marchitando, lo busco desesperadamente,
movió cielo y tierra, pero todos se diluyeron tras el tratado, los amigos que
antaño tenían ya no estaban, la comunidad dejo paso a los sueños
rotos, al dolor. Llego un día en el que su madre dejo de luchar, simplemente se dejo llevar por su dolor, no fue una muerte dolorosa, solamente dejo este mundo, a la espera de encontrar a su marido en el otro lado.
Un claxon lo distrajo de sus pensamientos, tuvo que esquivar el retrovisor de
un coche mientras su dueño gritaba alzando el puño. No veía el momento de que
la noche llegase, aunque disfrutara moviéndose
por la ciudad, él estaba buscando a su padre, buscaba algo que no se hacía
desde hace una década. Porque después del incidente nadie hablo, aunque
supieran que ocurrió, tampoco se hicieron preguntas, no eran necesarias, todo a
partir de aquel momento era tranquilo, sin más explosiones, sin disturbios,
solo el día a día.
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