[Dimas Arcana Kronus] La bahía 1

Los dedos se hundían en la tierra húmeda, el olor a hierba fresca y a mar lo mantenían relajado, había sido un largo viaje hasta aquel mágico lugar, tal vez demasiado. 

Se irguió ligeramente cruzando las piernas para quedarse sentado, el cielo era de un color rosado con toques azules, el momento justo donde el día termina y empieza la noche. Aunque para él ya no existía más el tiempo, a su lado se encontraba un viejo reloj de bolsillo con la esfera rota, de su interior saltaban pequeñas chispas acompañadas de unos polvos azules que se derramaban en el suelo de aquel acantilado. 

Un chasquido lo alertó ligeramente, se llevó la mano al costado, al ver una luz se dio cuenta de que no era más que la gran bombilla del faro, preparada para ayudar a los barcos a no chocar contra las rocas e indicarles que estaban cerca de casa. 

- No te mereces esto, te arreglaré - acarició el viejo reloj que sonó ligeramente como una campana, con un fuerte tic, lo guardó en uno de los bolsillos de su traje polvoriento, ajado, demasiados viajes, muchas emociones vividas, se podría decir que sólo la voluntad de ser un traje lo mantenía en esa forma.

Se levanto una ligera brisa, las olas golpeaban con fuerza contra las rocas, medrando aquel acantilado, el chico se puso de pie frotándose ligeramente las rodillas algo entumecidas por la humedad, habían pasado horas desde que llegó allí, se desperezó, se estiró, sus músculos volvían a coger calor ya tensarse como si un violinista estuviera preparándose para un concierto. 

Cogió su capa y cruzó la hebilla por su pecho, quedando colgada por uno de sus hombros, antes habría ajustado una  hombrera de plata pero ahora sólo quedaba una vieja tira de cuero con un algunos remaches rotos, tiró de su chaleco negro, colocó el cuello de su camisa blanca, volvió a tocarse el costado instintivamente, todo seguía en su sitio.

A lo lejos una anciana lo saludaba con la mano, por lo que pudo ver en la distancia, un cayado con forma de huella felina le ayudaba a sostenerse de pie, las ropas eran de un color rojo intenso. El chico sonrió y se desvaneció.



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